domingo, 29 de enero de 2012

La Nueva Trova y la nueva trova

El Movimiento de la Nueva Trova (con mayúsculas) fue fundado por los participantes en el II Encuentro de Jóvenes Trovadores, que se celebró en la ciudad de Manzanillo, en diciembre de 1972. Por eso este año celebraremos el 40 aniversario de aquella agrupación, posible por la masividad que llegó a alcanzar la trova en nuestro país. Viendo la cantidad de muchachos con guitarras que surgía en todas partes, la Unión de Jóvenes Comunistas decidió apadrinar aquella suerte de comunidad que, si bien sus componentes eran guitarreros, también tuvo colaboración de poetas, escritores, artistas plásticos, periodistas, dirigentes, filósofos, directores de televisión y de cine.

Aquella explosión de trova juvenil no carecía de antecedentes. Uno de los más luminosos --para mi--, fue una canción que sonó mucho en la radio, a mediados de la década del 60. Su poética era un canto a la existencia (después supimos que también a Dios), marcada por los acentos de un género musical que por entonces parecía obsoleto: la guajira. Su autora era Teresita Fernández, una maestra de Santa Clara que Bola de Nieve había traído a la capital. La canción se llamaba “Cuando el sol”, y la vibrante voz de Luisa María Güell la convirtió en suceso.

Otra autora femenina, en este caso habanera, venía describiendo una órbita de gran singularidad: Marta Valdés, que antes del 59 había sido cantada por famosos intérpretes y después trascendió la intimidad del feeling con una de las canciones más importantes (y menos reconocidas) de la posrevolución: “Canción para otro mundo”.

Por entonces algunos jóvenes autores coincidían en clubes nocturnos y tertulias privadas. Sus primeros quehaceres partían del movimiento del feeling, con armonías de vanguardia y letras de corte coloquial. Entre ellos se destacaban Luis Adolfo, Martin Rojas, Eduardo Ramos, Rey Montesinos, Pablo Milanés. Los dos últimos también compusieron guajiras memorables, aunque de ellas la más trascendente fue la de Pablo (“Mis 22 años”), que marcó un hito, a pesar de ser poco divulgada.

Por aquellos tiempos Noel Nicola componía sus primeros temas en las Tropas Coheteriles Antiaéreas; el estudiante de Física del Instituto Pedagógico, Vicente Feliú, se acercaba a la guitarra de su padre; Belinda Romeu hacía sus pinitos en 17 y C, fiel al signo musical de su familia. Yo cargaba con un saco de libros y una maltrecha guitarra por las unidades del Ejército de Occidente.

Una fuerte evidencia pública del surgimiento de una joven corriente en la canción (la nueva trova con minúsculas) ocurrió en septiembre de 1967, y fue el programa de televisión “Mientras Tanto”. Desde su lanzamiento empezaron a trazarse curiosos hilos comunicantes, porque entre los primeros invitados figuraba Teresita Fernández, a quien el Caimán Barbudo le había hecho un homenaje. Poco después de empezado Mientras Tanto, me estaba haciendo acompañar por Sonorama 6, grupo que dirigía Martín Rojas, y Eduardo Ramos integraba. Para colmo, una de las razones por las que aquel programa fue “sacado de circulación” fue mi promesa de presentar a Pablo Milanés, y mi posterior disculpa por no haberlo logrado, “por razones ajenas a nuestras voluntades”.


Todo esto quiere decir que en 1967 ya nos conocíamos e interactuábamos los que, a principios del año siguiente, participaríamos en el concierto que marcó un antes y un después en la trova cubana. Me refiero al que ocurrió en Casa de las Américas, el 18 de febrero de 1968. Pablo, Noel y yo fuimos los anunciados. Pero aquella noche en el público estaban Martín, Eduardo, Belinda y Vicente, y algunos de ellos se sumaron al concierto, y lo completaron.

Por todo esto en 2012 se celebran dos fechas: Los 40 años de la organización oficial, el MNT, la Nueva Trova con mayúsculas. Y los 45 de aquellas otras fechas de los orígenes, cuando el futuro era incierto y varios trovadores con distinta madurez y procedencia empezamos a juntarnos, a simpatizar y a intercambiar canciones.

En aquel toma y daca generacional yo tenía mucho que aprender y poco que aportar. Había hecho muchas canciones, pero pocas tenían la solidez musical de las de Eduardo, Martín, Montesinos o Pablo. Ellos, a pesar de ser casi tan jóvenes como yo, acumulaban ricas experiencias profesionales y habían estado en contacto con los mejores autores e intérpretes del país. Yo había pasado aquellos años haciendo mi servicio militar, leyendo mucho en mis horas libres, pero sin la más mínima confrontación musical.

Yo empecé a crecer musicalmente cuando les conocí. Y aquí quiero dejarles, una vez más, mi gratitud.

jueves, 26 de enero de 2012

ovni

El objeto volante no identificado (por mi) que está debajo de la tormenta, lo retraté sin querer el 28 de agosto de 2002 a las 18:16 horas en la playa de Varadero (Matanzas), Cuba. La foto está en su tamaño original, 1.8 MB, sin ningún tratamiento, tal y como la tomó y la procesó la cámara (abajo ampliada).


sábado, 21 de enero de 2012

Los cobardes

Hombres veo que de hombres
solo tienen, solo gastan
el parecer y el cigarro,
el pantalón y la barba.

En el corazón son liebres,
gallinas en las entrañas,
galgos de rápido vientre,
que en épocas de paz ladran
y en épocas de cañones
desaparecen del mapa.

Estos hombres, estas liebres,
comisarios de la alarma,
cuando escuchan a cien leguas
el estruendo de las balas,
con singular heroísmo
a la carrera se lanzan,
se les alborota el ano,
el pelo se les espanta.
Valientemente se esconden,
gallardamente se escapan
del campo de los peligros
estas fugitivas cacas,
que me duelen hace tiempo
en los cojones del alma.

¿Dónde iréis que no vayáis
a la muerte, liebres pálidas,
podencos de poca fe
y de demasiadas patas?
¿No os avergüenza mirar
en tanto lugar de España
a tanta mujer serena
bajo tantas amenazas?
Un tiro por cada diente
vuestra existencia reclama,
cobardes de piel cobarde
y de corazón de caña.
Tembláis como poseídos
de todo un siglo de escarcha
y vais del sol a la sombra
llenos de desconfianza.
Halláis los sótanos poco
defendidos por las casas.

Vuestro miedo exige al mundo
batallones de murallas,
barreras de plomo a orillas
de precipicios y zanjas
para nuestra pobre vida,
mezquina de sangre y ansias.
No os basta estar defendidos
por lluvias de sangre hidalga,
que no cesa de caer,
generosamente cálida,
un día tras otro día
a la gleba castellana.
No sentís el llamamiento
de las vidas derramadas.
Para salvar vuestra piel
las madrigueras no os bastan,
no os bastan los agujeros,
ni los retretes ni nada.
Huís y huís, dando al pueblo,
mientras bebéis la distancia,
motivos para mataros
por las corridas espaldas.

Solos se quedan los hombres
al calor de las batallas,
y vosotros, lejos de ellas,
queréis ocultar la infamia,
pero el color de cobardes
no se os irá de la cara.

Ocupad los tristes puestos
de la triste telaraña.
Sustituid a la escoba,
y barred con vuestras nalgas
la mierda que vais dejando
donde colocáis la planta.

Miguel Hernández (Viento del Pueblo, 1937)

jueves, 19 de enero de 2012

Che desde la memoria

La pupila de un cubano en La Higuera

Tengo ahora aquí delante las notas apresuradas que hice en estos días al regreso de Bolivia –de La Higuera y Vallegrande– y del otro lado, en la máquina, las decenas de imágenes tomadas en esas jornadas emocionadas y emocionantes, pequeño compromiso personal con la historia y la memoria, viaje iniciático (como lo llamó en un mensaje Silvio, hermano querido), travesía por senderos de cornisas, estremecimientos de fechas, momentos, fotos, recuerdos. Mucho, mucho más de lo que pueda caber en una crónica casi urgente que debiera ser escrita en esta tarde apacible de Córdoba, antes de que pasen más días o, peor, antes de que las pequeñas exigencias cotidianas de estas dos semanas restantes en la Argentina terminen por anular el espacio de tiempo necesario para escribirla.

Aunque no todos éramos de esa ciudadanía mencionada en el subtítulo de esta crónica, he escrito la pupila de un cubano…, para reivindicar esa frase que agradezco a un amigo, Iroel Sánchez, cuando publicó el pasado mes de noviembre en su blog La pupila insomne los apuntes que le envié sobre la presencia de los indignados estadounidenses y su audaz plan de Occupy Wall Street. Entonces quería continuar con una serie antecedida por la mención de la pupila caribeña en la que contaría otras experiencias realizadas durante un mes en universidades y centros culturales de varios estados por los que transitó la solidaridad con Cuba, la poesía, la memoria, la historia oral. Retomo la idea de compartir estas miradas de la pupila (cubana, caribeña, insomne), ahora en tierras del Sur, que también existe (y ahora existe incluso un poco más).

El pequeño grupo con el que llegué hasta La Higuera la semana pasada, desde Santa Cruz de la Sierra y Vallegrande, estaba integrado por mi compañera María Santucho, el trovador jujeño Eloy López y su compañera Florencia Lance. A él se unió, por imperativos de la transportación, Marcus Luecke, un viajero que llegaba desde Ulm, en el sur de Alemania, para cumplir con un viaje probablemente también iniciático, después de sus visitas a Cuba en años recientes. El viaje hasta La Higuera se realizó en una camioneta de ocho plazas, que allí llaman truffy, muy castigada por los ripios y los serruchos de ese camino serpenteante por el que el chofer boliviano que guiaba (junto a su esposa y su hija pequeña) iba acortando la distancias, al borde de las cornisas, en el vértigo de las curvas imprevisibles. Fue una sorpresa preocupante conocer, en medio del trayecto, que la madrugada anterior había llegado a Vallegrande desde Sucre, en un recorrido de 800 kilómetros, y no había tenido tiempo de dormir cuando le avisaron de este viaje a La Higuera.

El aviso para este viaje se lo había dado Gonzalo, miembro de la Asociación de Guías Turísticos de Vallegrande, a quien habíamos conocido la tarde anterior en el pequeño local de la oficina de turismo en el  edificio del Museo Municipal, frente a la plaza central del pueblo. Con Gonzalo visitaríamos al día siguiente de La Higuera los lugares de Vallegrande donde estuvieron los cuerpos y después los restos del Che y sus compañeros: la lavandería del Hospital Señor de Malta y los terrenos del antiguo aeropuerto del pueblo, donde ahora se levanta un mausoleo, construido por Cuba, para mantener la memoria de aquella gesta dramática y  formidable.

Pero ahora estábamos encontrando –hilo de la memoria–  ya muy cerca de La Higuera, junto al camino, el sitio para la recordación de la vanguardia de la guerrilla abatida en una emboscada cuando se movía por  un sendero ubicado más arriba, tratando de “llegar a Jagüey y allí tomar una decisión sobre las mulas y el Médico”, como anota el Che en su Diario el 26 de septiembre. Allí, en un pequeño pedestal, están las fotos y los nombres de los integrantes de la vanguardia: “nuestras bajas han sido muy grandes esta vez; la pérdida más sensible es la de Coco, pero Miguel y Julio eran magníficos luchadores y el valor humano de los tres es imponderable”.

El valor humano: esa categoría, esa noción, nos acompañó durante todo el tiempo. Entrar al pueblito de La Higuera, donde la imagen del Che recibe a los que llegan, fue una forma de recordar también lo que él había escrito en su Diario aquel 26 de septiembre, a muy pocos días de su captura y su asesinato precisamente en una de las humildes edificaciones del pueblo: “Al llegar a la Higuera todo cambió: habían desaparecido los hombres y sólo alguna que otra mujer había”.

Las humildes edificaciones siguen ahí, algunas convertidas ahora en lugares de alojamiento para los visitantes que llegan o en la tienda llamada Tania, donde es posible tomar café o comer algo antes de iniciar el recorrido o antes de regresar, camino abajo, hacia Vallegrande y Santa Cruz. 

La edificación más importante, por supuesto, es la escuelita. Allí se cometió el crimen contra los guerrilleros apresados en la Quebrada del Churo (como reza el nombre en el cartel que indica el camino hacia el lugar del último combate). La escuelita es ahora un solo espacio donde se muestran fotos del Che y donde los que llegan dejan algún recuerdo de su visita: un papelito escrito, un carnet, una foto personal. Un actor que llevó un espectáculo de homenaje al guerrillero y sus compañeros de lucha quiso dejar el uniforme utilizado en la obra, y ahora cuelga allí, sobre la puerta original de la escuelita, que fue desmontada y aparece reclinada en una de las paredes laterales de la edificación. En el otro extremo están los únicos otros elementos originales del lugar: tres pupitres de la escuelita que funcionó allí. Recordé la anécdota leída alguna vez en la que el Che prisionero y herido le señala, desde el suelo, a la joven maestra una errata en el pizarrón. Trampa de la memoria: ¿dónde estará aquel pizarrón?

Otra trampa: los dos pequeños espacios de la escuela se convirtieron en uno con el paso del tiempo. Las dos puertas que daban al exterior se convirtieron en una sola, nueva y central, por la que entramos al espacio donde la memoria nos remite a los testimonios de aquel momento terrible, pero donde no aparecen, ahora, los elementos que harían justicia al patrimonio de la historia y al recuerdo de aquel hecho fatal en el que el valor humano tomó cuerpo en el cuerpo de aquel hombre a punto de alcanzar los cuarenta años de su vida combatiendo y cantando, como nos comentó en aquellos días el poeta.

Nuestra memoria se debate entonces allí entre la inmanencia de aquel hombre humildemente grandioso (la imagen de su rostro mirando a la cámara, con el pelo largo y revuelto por las inclemencias del tiempo y de la selva, con sus harapos gloriosos y con su carabina inutilizada por un proyectil del enemigo); y la situación física actual de aquel sitio al que se accede cuando una mujer del lugar encargada de hacerlo abre con su llave la puerta renovada pero se esconde después cuando siente que la cámara del visitante la incluye en su encuadre.  Tenía razón Gonzalo, el guía, cuando me dijo en Vallegrande que el patrimonio histórico de esos sitios sagrados necesitaba preservarse de manera sistemática y creadora.

¿Cómo combinar, cómo acoplar, cómo hacer que convivan ahora –en este minuto de gloria y de rabia, entre los recuerdos de este lugar maravilloso y terrible– el dramatismo devastador de aquellos instantes conocidos a través de los testimonios (las palabras recordadas por alguien, las fotos sobre las paredes del Museo Municipal de Vallegrande) y los contextos físicos que el visitante encuentra, donde la memoria no ha sido conservada como la memoria quisiera?

Creo que la mejor manera de asumirlo es aceptando –y mostrando– la existencia de esas instancias contradictorias.

Las palabras del guerrillero, que anota en el día 26 de septiembre de su agenda alemana convertida en diario de la epopeya: “Coco fue a casa del telegrafista, pues hay teléfono y trajo una comunicación del día 22 en el que el Subprefecto de Valle Grande comunica al corregidor que se tienen noticias de la presencia guerrillera en la zona…”                                                           

Y esas mismas palabras escritas hoy sobre una piedra pintada de blanco a la entrada de lo que fue la casa del telegrafista pero donde convive hoy una edificación moderna, recién construida por el empresario francés que compró –a precio de ganga– el terreno y la edificación histórica para instalar esa Guest  House / Posada Camping que se anuncia sobre la madera cuidadosamente tallada, con una estrellita mínima en el medio. Al lado, sobre una tabla que quiere ser rústica, se anuncia el Menú del día: Desayuno del guerrillero: mate de coca o café. Pan de la guerrilla / 10 pesos bolivianos.

Más abajo, en la fachada de una de las viejas edificaciones de La Higuera alguien escribió (o gritó) estas palabras que vimos allí (y en una foto del Museo Municipal de Vallegrande): No a la comercialización del Che!

¿Dónde buscar, dónde encontrar entonces los ecos, las consecuencias de aquel sacrificio mayor? Así nos preguntamos –aquel día y en los días siguientes, hasta hoy– los integrantes de este pequeño grupo que realizaba su viaje iniciático a estos territorios (para nosotros sagrados) de la historia americana.

Habrá muchos lugares, sitios, ideas, sentimientos donde buscarlos –y en algunos de ellos seguramente los encontraremos.

Para nosotros esos ecos aparecieron  en la realidad actual de nuestro Continente, que es otra: en la naciente y creciente necesidad de integración basada en los imperativos geopolíticos de esta época, pero en los que también podría/puede tener cabida y desarrollarse el valor humano que nos mostraba, como guía, aquel melenudo asmático y magnífico que terminó sus días (pero no) en la escuelita humilde que acabábamos de visitar. La realidad cambiante de nuestro Continente no se logró por el triunfo en aquellos combates que hoy podrán verse con admiración, escepticismo o extrañeza, pero no se hubiera logrado (como no se lograrán las metas futuras a las que muchos aspiramos) sin las enseñanzas creadoras y éticas de aquellos combates.

Y aparecieron también esos ecos en otros signos pequeños, cotidianos, como la conversación con Gonzalo, el guía de turismo, cuyos padres desconfiaron y rechazaron la idea y la presencia de aquel extranjero que llegaba a inmiscuirse, sabe Dios con qué propósitos, en la pacífica modorra de la vida boliviana de los sesenta. El mismo Gonzalo que después trabajó, como joven peón, en las excavaciones de la pista del aeropuerto vallegrandino donde finalmente aparecerían los restos del Che y sus compañeros de lucha, y que después leyó, estudió, hasta tener los conocimientos y la comprensión de aquellos hechos que ahora comparte con los visitantes que llegan para cumplir un viaje iniciático o simplemente para conocer, en el terreno, los escenarios de aquellos acontecimientos históricos.

En otras edificaciones de La Higuera encontramos también la presencia de aquel valor humano. Annia y Hubert, la pareja de médicos cubanos que atienden  las instalaciones de salud en el pueblo, contribuyen también, como otros miembros del personal médico cubano en diversas regiones bolivianas, al mantenimiento físico de esos sitios donde quiere conservarse la memoria histórica de aquellos combates y las enseñanzas éticas y humanas que puedan llegar hasta hoy.  Conservar los libros de la pequeña Biblioteca Che Guevara, reunir y compartir poemas de autores latinoamericanos en uno de los salones del Alojamiento comunal La Higuera del Che donde residen, o iluminar las piedras que rodean los monumentos que los artistas o el pueblo mismo colocaron en la plaza, son algunas expresiones de aquellas aspiraciones guevarianas que hoy muchas veces inspiran las justas indignaciones de tantos habitantes del planeta.



Semejantes interrogaciones, búsquedas, hallazgos acompañaron nuestro viaje de regreso a Vallegrande, en la misma truffy invencible, a pesar de la lluvia, la neblina y las nubes bajas, en manos del mismo chofer, ahora menos soñoliento, que bordeaba las cornisas huyéndole a las piedras que se desprendían de las paredes de la montaña mientras miraba y disfrutaba la risa de su hijita en el asiento de al lado. Esa  noche encontramos, junto a varios integrantes de la brigada médica y diplomáticos cubanos, a otra persona que iba a recorrer, al día siguiente, el camino de Vallegrande a La Higuera.

Era Sareska Pantoja, hija de Orlando –Olo en la Sierra Maestra, Antonio en la guerrilla boliviana–, quien iba a realizar su viaje iniciático: mucho más importante, mucho más definitivo que el nuestro, aunque bordeáramos las mismas cornisas y contempláramos la misma lluvia interminable sobre el parabrisas. Esa noche, en el sitio donde se alojan los médicos cubanos en Vallegrande, hubo anécdotas y cuentos y canciones y recuerdos tristes y repaso de vidas y creo que también algo del valor humano que nos vino acompañando desde La Higuera.


Victor Casaus


viernes, 13 de enero de 2012

Cuento budista

Queridos amigos:

Ayer, jueves día 12, cuando por fin tuve acceso a este servicio, tras mi llegada a esta prisión el día anterior, les escribí un mensaje a primera hora (las 6 y algo de la mañana), como también lo hago ahora.
No se si les llegó a todos. No se ni a que hora les llegó. Por algún motivo este servicio parece que funciona aquí con una lentitud exagerada.
Al menos sé que ayer me había escrito mi hermana y aun hoy no he recibido sus líneas ni ningún otro mensaje. Pero todo es un problema de adaptarse a los cambios y tomar las cosas con la debida calma y objetividad.

No recuerdo si alguna vez les escribí sobre un cuento budista que trata sobre esas cosas que suceden y que a veces juzgamos como un desdicha y resulta al final una dicha.
En breve se los narro:

Había un anciano que vivía en una aldea con su hijo joven. Tenían un caballo con el que trabajaban la tierra.
Un buen día se les escapo el caballo.
Vinieron los vecinos y le decían al anciano: Mire que desdicha, ahora sin caballo.
Y el les respondía: "Puede ser una desdicha o una dicha".
A los pocos días apareció el caballo seguido de una manada de caballo salvajes y todos fueron a parar su corral. Ahora tenían varios caballos.
Vinieron los vecinos y le dijeron: Mire que dicha, ahora tiene varios caballos.
Y el volvió a responderles: "Puede ser una dicha o una desdicha".
No tardo el hijo en comenzar a domesticar los caballos recién llegados. Pero sufrió un caída de uno de ellos que le produjo una fractura.
No tardaron en venir los vecinos y le decían: Mire que desdicha, ahora su hijo no puede ayudarlo.
Y el anciano, como siempre sereno, les reitero: "Puede ser una desdicha o una dicha".
No pasaron dos días del fatal accidente y vino el ejercito recogiendo a todos los jóvenes de la aldea para llevarlos a una guerra. El único joven excluido fue el hijo del anciano. Los vecinos no fueron a verlo esta vez. Aprendieron su lección.

Las cosas han de tomarse con serenidad, con objetividad y viéndolas como una oportunidad para crecer, aprender y seguir adelante. Vencer los obstáculos hace la vida ser vida.

Marianna en muchas cosas es una "maravilla" (sin tener cosas maravillosas) si la comparamos con Florence.
Mi mayor impresión, tras mi arribo aquí, ha sido poder ver la yerba, sentir la tierra fresca y el olor de la vegetación, no abundante, pero suficiente para, tras mas de trece años sin tener contacto con el verdor, sentir que es un dicha.

Estoy seguro que pronto los que controlan este servicio se verán muy sorprendidos por la cantidad de mensajes que ustedes, nuestros queridos incansables e inclaudicables amigos, nos envían.

Seguimos en contacto.

Cinco abrazos.
!Venceremos!
Tony Guerrero

FCI Marianna
13 de enero de 2012
6 y 45 a.m.

miércoles, 11 de enero de 2012

Hoy hace 10 años que llegaron los primeros presos a Guantánamo

DEVOLVAMOS GUANTÁNAMO A CUBA

By JONATHAN M. HANSEN
Cambridge, Mass.
The New York Times
Traducido por Cubadebate
En los 10 años transcurridos desde que el campo de detención de Guantánamo se abrió al debate angustioso de si se cierra la instalación o se mantiene de forma permanente, se ha ocultado un fracaso más profundo que se remonta a más de un siglo e implica a todos los estadounidenses, y tiene que ver con nuestra continua ocupación del propio territorio de Guantánamo. Ya es hora de devolver este enclave imperialista a Cuba.
Desde el momento en que el gobierno de los Estados Unidos obligó a Cuba a arrendar la bahía de Guantánamo como una base naval para nosotros, en junio de 1901, la presencia de Estados Unidos ha sido más que una piedra en el zapato de Cuba. Ha servido para recordar al mundo la larga historia del militarismo intervencionista de Estados Unidos. Pocos gestos tendrían un efecto más saludable en el sofocante callejón sin salida de las relaciones cubano-estadounidenses, que la devolución de esta pieza codiciada de tierra.
Las circunstancias por las que los Estados Unidos llegaron a ocupar Guantánamo son tan preocupantes como su última década de actividad allí. En abril de 1898, las fuerzas estadounidenses intervinieron durante tres años en Cuba, en el momento en que los cubanos luchaban por su independencia y tenían esta guerra casi ganada, de modo que convirtieron la Guerra por la Independencia de Cuba en lo que los estadounidenses siguen la costumbre de llamar “Guerra Hispano-Americana”. Los funcionarios estadounidenses luego excluyeron al Ejército de Cuba en el armisticio y les negaron un lugar a Cuba en la conferencia de paz de París.
“Hay tanta ira natural y angustia en toda la isla”, comentó el general cubano Máximo Gómez en enero de 1899, después de la firma de la paz, “porque el pueblo no ha podido celebrar realmente el triunfo tras el fin del poder de los antiguos gobernantes.”
Curiosamente, la declaración de los Estados Unidos en torno a la guerra con España incluye la garantía de que Estados Unidos no buscó intervenir “la soberanía, jurisdicción o control” sobre Cuba y que su intención era “dejar el gobierno y el control de la isla a su pueblo.”
Pero después de la guerra, los imperativos estratégicos primaron sobre la independencia de Cuba. Los Estados Unidos querían el dominio de Cuba, junto con las bases navales desde las cuales lo ejerce.
Introdujeron al general Leonard Wood, a quien el presidente William McKinley había nombrado gobernador militar de Cuba, y con él las disposiciones que se conocieron como la Enmienda Platt. Dos de estas disposiciones fueron particularmente odiosas: una garantía de que los Estados Unidos ejercerían el derecho de intervenir a voluntad en los asuntos cubanos, y la otra, que instituía para siempre la venta o arrendamiento de estaciones navales. Juan Gualberto Gómez, delegado principal de la Convención Constituyente de Cuba, dijo que la Enmienda haría de los cubanos “un pueblo vasallo”.
Presagio de la crisis de los misiles cubanos, proféticamente Juan Gualberto advirtió que las bases extranjeras en suelo cubano sólo traerán para Cuba “conflictos que no saldrán de nuestra propias decisiones y en los que no tenemos ningún interés”.
Pero era una oferta que Cuba no podía rechazar, como Wood informó a los delegados. La alternativa a la Enmienda fue la continuación de la ocupación. Los cubanos recibieron el mensaje. “Hay, por supuesto, poco o nada de la verdadera independencia, que se fue de Cuba con la Enmienda Platt”, comentó Wood al sucesor de McKinley, Theodore Roosevelt, en octubre de 1901, poco después de que la Enmienda Platt fuera incorporada a la Constitución cubana. “Los cubanos más sensibles comprenden esto y sienten que lo único consistente ahora es buscar la anexión.”
Pero con Platt en su lugar, ¿quién necesitaba la anexión? Durante las próximas dos décadas, los Estados Unidos en repetidas ocasiones enviaron infantes de marina con sede en Guantánamo para “proteger sus intereses en Cuba” y la redistribución de tierras que habían sido bloqueadas. Entre 1900 y 1920, 44.000 norteamericanos se establecieron en Cuba, para impulsar la inversión de capital en la isla, que partió de unos 80 millones de dólares a un poco más de mil millones de dólares y llevó a un periodista a comentar que poco “a poco, la isla entera está pasando a manos de los ciudadanos estadounidenses”.
¿Cómo lucía esto desde la perspectiva de Cuba? Bueno, imagínese que al final de la Revolución Americana los franceses hubieran decidido permanecer aquí. Imagínese que los franceses se hubieran negado a permitir que Washington y su ejército asistieran a la tregua en Yorktown. Imagínese que negara en el Congreso Continental un asiento a los estadounidenses en el Tratado de París, que expropiaran los bienes de los ingleses, ocupado el puerto de Nueva York, enviara tropas para aplastar a los Shays y a otras rebeliones y luego emigrara a las colonias en masa, robándose lo más valioso de nuestras tierras.
Tal es el contexto en el que los Estados Unidos llegó a ocupar Guantánamo. Se trata de una historia excluida de los libros de texto estadounidenses y abandonados en los debates sobre el terrorismo, el derecho internacional y el alcance del poder ejecutivo. Pero es una historia conocida en Cuba (que motivó la Revolución de 1959) y en toda América Latina. Esto explica por qué Guantánamo sigue siendo un símbolo evidente de la hipocresía en todo el mundo. No hace falta siquiera hablar de la última década.
Si el presidente Obama reconoce esta historia y pone en marcha el proceso de devolución de Guantánamo a Cuba, podría comenzar a reparar los errores de los últimos 10 años que pesan sobre nosotros, por no hablar de cumplir con una promesa de campaña electoral. (Dada la intransigencia del Congreso, no hay mejor manera de cerrar el campo de detención que entregar ese territorio con la base naval incluida.) Rectificaría un agravio secular y sentaría las bases para nuevas relaciones con Cuba y con otros países en el hemisferio occidental y en todo el mundo. Por último, se enviaría un mensaje inequívoco de que la integridad, auto-control y transparencia no son una prueba de debilidad, sino los atributos indispensables de liderazgo en un mundo siempre cambiante.
Seguramente no hay manera más apropiada de observar este sombrío aniversario de hoy, que defender los principios que Guantánamo socavó hace más de un siglo.
*Jonathan M. Hansen, profesor de estudios sociales en Harvard, es el autor de “Guantánamo: Una Historia americana”

lunes, 9 de enero de 2012

Carta de familiares de Roque Dalton

En representación de la familia del poeta Roque Dalton, nosotros sus hijos –Juan José Dalton Cañas y Jorge Dalton Cañas– hemos acudido al Juzgado Noveno de Paz de San Salvador para conocer las acciones que realice el señor juez en la audiencia inicial sobre el asesinato de nuestro padre, presuntamente ocurrido el 10 de mayo de 1975.

Este proceso penal que hoy se comienza se lo solicitamos el 14 de mayo del 2010 al Fiscal General de la República, Romeo Melara Barahona, con el objeto de que investigara el caso y las circunstancias de la ejecución de Roque Dalton. Entregamos al Fiscal Barahona un legajo de documentos que incluyeron confesiones de las personas a quienes consideramos responsables del crimen, en especial de Joaquín Villalobos y Jorge Meléndez.

Todos los documentos que le presentamos en la Fiscalía General de la República, más los procedimientos investigativos que pudieran hacerse con los recursos del Estado, podrían sustentar y consolidar nuestra tesis de que el asesinato de Roque Dalton fue un "crimen de lesa humanidad" y, por tanto, delito imprescriptible según los conceptos prevalecientes de la justicia universal, que El Salvador reconoce en su legislación interna.

Hemos sabido que nuestro padre fue víctima de arresto arbitrario, desaparición, torturas físicas y sicológicas, juicio ilegal y ejecución sumaria. Finalmente, sus victimarios desaparecieron su cuerpo y hasta después de muerto Roque Dalton sufrió difamación e injurias.

Nuestra familia ha insistido e insistirá en el hecho de que el asesinato de Roque Dalton ha permanecido en la impunidad jurídica desde hace más de treinta y seis años. Por lo tanto, sus victimarios –en primera instancia– y el Estado en su conjunto, nos deben la sagrada verdad jurídica y la sagrada justicia sobre este caso tan doloroso para El Salvador y para toda la humanidad.

Los salvadoreños de corazón queremos la reconciliación, poniendo en primer término el reconocimiento de la verdad, la necesaria justicia, la debida reparación y el pedido de perdón por parte de los victimarios.

Esperamos que las instituciones funcionen para que se imparta pronta y efectiva justicia.


Juan José Dalton Cañas

Jorge Dalton Cañas


San Salvador, 9 de Enero de 2012.


La audiencia "inicial y final" sobre Roque Dalton

Martes, 10 Enero 2012
 
Juan José Dalton
SAN SALVADOR – Después de que en noviembre pasado nos vimos obligados a acudir a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), a demandar al Estado por retardación de justicia por el Caso Roque Dalton, no me imaginé que la Fiscalía mandara a abrir el proceso en el Juzgado Noveno de Paz, este día 9 de enero.
En un principio me sorprendió porque no conocía el requerimiento fiscal; después supimos que la Fiscalía pedía el sobreseimiento definitivo en favor de los sospechosos de ser los asesinos de Roque Dalton, es decir, Joaquín Villalobos y Jorge Meléndez.
¿Lo teníamos previsto? Sí, claro. Incluso el 2 de noviembre decidimos ir la CIDH porque nunca recibimos de parte de la Fiscalía ninguna evidencia de que investigaría los hechos ni menos que interrogaría a los imputados ni a los testigos. No hizo nada.
Argucias y más argucias dentro del sistema vigente para que crímenes como el de Roque Dalton queden en la impunidad; como están el del Arzobispo Oscar Romero y el de los jesuitas asesinados en la UCA.
El principal argumento para no abrir el proceso fue que El Salvador no es suscriptor de la Convención Penal Internacional (Estatuto de Roma) y que el crimen prescribió en 1990, porque los "asesinatos comunes" prescriben a los 15 años.
Hay convenciones interamericanas e internacionales; hay "costumbres" jurídicas internacionales que no se quisieron emplear y que el sistema legal nuestro niega para favorecer a delincuentes.
¿Cómo resumir el caso? Fácil: la Fiscalía decidió abrir el caso, pero al mismo tiempo cerrarlo de manera definitiva. El Juez prefirió correr por ese mismo camino.
Es como decir: si, pero no... Existió el crimen "doloroso" y "condenable", decía el Juez, pero no es de "lesa humanidad" y está prescrito. "Ya no hay nada que hacer y la verdad búsquenla por otras vías..."
Verdaderamente, más que frustrado, derrotado o colérico, me siendo triste y avergonzado de vivir en un país en el que los derechos de la gente no se respetan.
Triste porque esta herida que llevamos desde hace 36 años no se nos sana aún y promete seguir desangrándonos quién sabe cuánto tiempo.
Nuestra posición, sin embargo, es firme. Continuaremos buscando justicia por todas las vías posibles. Voluntariamente los asesinos de Roque Dalton no van a confesar nada, menos teniendo la toalla de la impunidad del Estado encima.
Vamos a apelar internamente y vamos a fortalecer las gestiones internacionales hasta lograr justicia.
A todos nuestros familiares, amigos y compañeros; a todos aquellos admiradores de la obra de Roque Dalton y a la Nación salvadoreña le recalcamos: ¡El asesinato de Roque Dalton no se quedará impune!
(Publicado en ContraPunto: www.contrapunto.com.sv)

jueves, 5 de enero de 2012

1967


I
Al fin me dieron la baja. Tres años con tres meses de espera. Llegué a pensar que la demora era un castigo por las fugas, que se me iba a enredar la pira en alguna maraña de las mías. Me parece estar viviendo aquella noche en que llegué como a las 11 y encontré un chofer con casco y Aka-M en la puerta de la revista. Desde que lo vi supe que estaba en llamas: otro estado de alerta. ¿Cuántos son? Perdí el conteo hace milenios. Estamos en zafarrancho de combate desde que cumplí 12, y ya ando los 20. Ahora, para colmo, otra vergüenza más. Por eso evito el ascensor y agarro la escalera, para estirar la cosa, llegar arriba y sentarme a esperar a que termine el que está despachando con el Jefe, para entonces escuchar la levedad temible de su voz diciendo: “Dile que entre”. No hace falta ni mencionar mi nombre, todo el mundo sabe que me volvieron a coger fuera de base y que tengo arriba tremenda cabeza de caballo. Bonito fuera que ahora, a punto de cumplir, me manden para la bendita UMAP, profecía que me vienen haciendo en todas las unidades. Debiera saber mostrar cara de niño bueno, pero no sé cómo me lucen las caras que pongo y me da pena practicar con el espejo: parezco un comemierda. Ante el cristal sólo ensayo semblante de duro, de furioso, de ácido; pero la gente, no más de verme, piensa que si me soplan puedo salir volando. ¿Qué le digo al teniente? ¿Qué estaba en la Biblioteca Nacional? Nananina, porque allí me buscaron mientras estaba tomando leche fría, en casa de mi madre. Eso no me lo cree ni Cristo. Más fácil es decir que estaba con alguna niña, haciendo cochinadas por ahí. Eso siempre cae simpático, te ven machito y se despierta el factor solidario. Jodido estoy si suelto lo del litro de leche. ¿Quién ha visto a John Wayne tomando leche? Por eso me paro ante la puerta con su letrero lumínico de lasciate omni speranza voi chi entrate, sacando cuentas y revisándome los botones, cuando me acuerdo que me han mandado a pelar 70 veces y yo metiendo curvas, procurando que la baja no me sorprenda con el pelo al rape. Estoy requetejodido. De esta me pudro picando asesinas en un central.

Así, y con cara de quién sabe qué, entro por fin al aire acondicionado y me pongo ligeramente en posición de firme –no del todo, porque en la revista no se usa eso y no quiero que el Jefe piense que estoy bajando apendejamiento o guataquería– y espero calladito, hasta que se digne a sacar los ojos del papel seguramente importantísimo que lee, cuando en eso suena el teléfono afuera, en el buró del oficial de guardia, quien se asoma y dice que es para mi. El Jefe, sin levantar la vista, me dice: “Usa ése”, señalando uno de los tantos aparatos que tiene sobre la mesa. Lo tomo y es Zulema –Dios mío, la loca de Zulema a esta hora– que, automáticamente, como una vitrola con una peseta, da rienda suelta a su rutina de que cuándo nos vamos a ver, que está acabadita de bañar y con toda la piel cubierta de goticas de agua –hace tanto calor–, que quién tuviera una lengüita secadora y que mira, ahora mismo se va a pasar el teléfono por donde yo sé, para que escuche crujir lo que yo sé, y yo más blanco que la hoja importantísima que el jefe está leyendo, hasta que éste alza la mirada y me dice: “Y a ti ¿qué te pasa?”. Entonces me desprende el teléfono de la mano –que hace una involuntaria resistencia–, se lo pone al oído, frunce el ceño y mientras cuelga murmura algo sobre la puñetera estática en las comunicaciones. Acto seguido me suelta la perorata de rigor, de la cual lo único que escucho son las últimas palabras, que me sé de memoria: “...hasta que yo me acuerde”, y salgo de allí más muerto que vivo, sin saber qué decir a los socios que preguntan cuál fue la sentencia, ni dónde coño estaré cuando el jefe se digne a recordarme.

Y esa madrugada, lógicamente, me clavan la guardia más sabrosa, la de 3 a 6 –mal rayo los parta–, que por supuesto aprovecho para practicar un acorde nuevo que suena rarísimo, pero con tremendo suín.

II
          ¿Dónde está el Che? Yo aquí, comiendo mierda en la Televisión Cubana, en medio de gente de otra onda (y algunas buenas hembras) y el Che quién sabe dónde jugándosela por uno, por América Latina, el tercer mundo, el universo y hasta por esta gente y sus culitos de transición. Dicen que a Iris la cogieron presa con un grupo, yéndose en un bote, y que cuando en Villa Marista la interrogaron dijo que iban a hacerse guerrilleros. Partían por la costa sur. Capaz que hubieran llegado a Isla de Pinos y les hubieran caído a tiros. Yo sabía que a alguien se le iba a ocurrir meterle mano a esa idea, porque si no estás en el circuito de la confianza estás jodido. Hay gente que se cree dueña hasta del derecho a ser solidario, creen tener la llavecita que abre el portón de la insurgencia universal. Carné para los sentimientos. Está bien, ellos hicieron LO Revolución, pero ¿y qué?, ¿más nadie puede? Claro, a mí me tocó la generación de los pelúos, la que no se pone las bataholas esas de los años 50, y eso despierta suspicacias. ¿Y por qué coño uno no puede ser guerrillero y ser moderno? Uno puede ser zurdo y de Matanzas, como dice Piniella. Pero los sabrosones con salvoconducto para conspirar andan con camisas McGregor, tienen un Rolex Oister y ruedan Vedoblevés con chapas estatales. Son los misteriosos, que siempre miran como si te supieran algo. Porque uno es un conflictivo, uno es un desviado intelectual, uno come helados en Coppelia hasta las tres de la mañana, cosa muy sospechosa, muy extraña y digna de investigación; uno hace canciones raras, surrealistas, movimiento de la decadencia occidental; a uno le gusta la música beat y ojo con la batería extranjerizante, imperial y sajona, ojo con esas extravagantes notas musicales. Luego te enteras de que el que te hace la vida un yogur tiene la colección completa de los Beatles, además de tronco de equipo estereofónico.

En la televisión te bautizan con el signo de Caín porque no te da la gana de coger la ropa esa, de la tienda especial para artistas, con la que debes salir en la pantalla para lucir correctamente burguesito. Abráse visto. ¿Para salir a la calle y parecer marciano? Todo el mundo con una camisita de apéame uno y tú con un saco de lamé. Combatientes de harapos y greñas de gloria que pretenden vestirte como el poder que derribaron. Qué bonito, qué poco sospechoso, qué natural, qué armónico. Ya sé que Lénin definió la cosa en el congreso de Proletcult: convivir con lo válido del pasado, el viejo Tolstoi y eso, pero el otro León no hubiera transado con esa jiña de cuello, corbata y lentejuelas.

¿Qué diría el argentino de estas cosas? ¿Dónde estará metido, con la falta que hace? Es cierto que el mundo está de madre, pero esto también. Por eso yo pensaba que había que morder el cordobán aquí en el patio y no entendía lo del internacionalismo. Fue suerte no ser militante cuando aquella vez, en mi unidad,  pasaron la planilla de disposición. Pero desde entonces transcurrieron tres años. Ahora lo entiendo demasiado y si los misteriosos acapararon el derecho a irse, que se jeringuen y me aguanten aquí, porque esta jodida existencia se juega al duro o no se juega. Lo otro es ilusión y abalorios, máscaras, pura mierda.

III

No puedo parar de hacer canciones, no sé cómo decir lo que veo, lo que siento. Siempre quisiera más que lo que logro. ¿Seré malo? ¿Seré ambicioso? ¿Le habrá pasado esto a Prometeo? Vietnam no me cabe en una canción, ni la burocracia, ni el oportunismo, ni los ojos azules de Tu Beso, aguados en la semipenumbra del hotel Rex (Tiranosaurio Rex, toda la vida, como dice Alomá). Las calles no me caben en una canción, ni los perros nocturnos, ni este borracho envuelto en vómitos que ronca a mi lado mientras espero la confronta. Hay hormigas circunvalando mis botas rusas. Son una hilera larga y llevan una cucarachita boca arriba, como para un entierro. Qué silencio pesado el de esta hora y qué ruido de tripas. Aquí llega el aroma de la panadería, pero no puedo aparecerme por tercera vez en esta semana diciendo que sólo tengo el medio de la güagüa. Descaro never. Al fin y al cabo sólo soy otro insomne en la ciudad, defenestrado por la jeva: La Catedrática no soporta que acostado y en plena madrugada agarre la otra mujer y me la ponga encima. A esta hora Coppelia ya está en sumna, y Alí Lafuán y El Tránsfuga deben haber llegado a la Casbah. No tengo más remedio que irme solo hasta casa de Argelia, despertar a María para quitarle el colchón del box-spring y arrastrarlo hasta la sala, para luego colarme en el baño a tocar bajito la procesión de hormigas que se me acaba de ocurrir, tratando siempre de no acostarme demasiado tarde, porque mi madre necesita temprano la sala de peinar y poner tintes. Dos mil y pico de pelos han tumbado los vietnamitas. Si cada avión cuesta mil millones, ¿cuánto dinero en armas se gasta en yankilandia? ¿Qué se podría hacer con tanto? Industrializar el país, llenarlo de carreteras, museos, teatros y comprar brujón-pila-montón-puñao de libros de ediciones Aguilar. Más comida y más transporte, el famoso metro, cero libreta. Se podrían traer instrumentos y yo a lo mejor hasta me empato con una guitarra eléctrica. Caca, excreta, miasma, mierdísima es lo que tengo en el moropo: estoy penetrado. Pero qué bestial que el mundo en vez de bombas hiciera música. “Haz el amor, no la guerra”, como decían aquellos chamas yankis que fueron a “Mientras Tanto”, flower power. Gente del country de los ácidos luciferinos que hacen pintar mujeres-soles al pintor de las mujeres-soles. SRD es como LSD, o sea vuelo, cosmos, Buck Rogers, cómics, revista Mella, crisis de octubre –allá va eso–: tercera guerra mundial. Dondequiera aparece una bomba atómica y yo necesitando un pan con güagüa. ¿Por qué me decido? ¿Me quedo en La Habana o voy al (ratatá-ritití) Primer Festival de la Canción Popular de Varadero? (cantar por cantar, ese es Zu-lemaaa, su re-li-gioooón, ¡pingón!). Me invitó Odilio Urfé, que es buena gente, pero tendría que trabajar en la oscura gruta del Kawama y para lo único que sirven los clubes es para apretar –gente curdando, metiendo muela y metiendo mano–. ¿El Che cantaría en un club? El Che esta muerto, mulato, no jodas, calla por pudor, como diría Julio Antonio, el bacán de la enfermísima Tina Modotti. Voy al Festival, qué carajo, y vengo los domingos a hacer el Mientras Agonizo, si es que no lo acaban de suspender. Y allí canto con Marta Valdés y Teresita, conozco a Cotán, a Sonorama 6, aprendo a tomar Carta Oro, me arrebato, hago un intercambio de dedos bajo la mesa con una lesbiana famosa y preciosa, y al día siguiente le constato un ojo ponchado por Billy the Kid, su apetitoso compromiso. Allí veo un ovni en un amanecer. Allí escribo “Esta Canción”, el día que cumplo veintiuno. Y allí, por último, Luis Taboada, recuerdo que esta mismísima noche de vacilación y degenere, sin perol y aún con menos de masticar, arrojado a la intemperie por una ninfómana celosa (allá ellas), opto por el pan caliente que me hace llegar “herido de sombras” hasta la puerta de mi madre, introducir un fósforo en vez de la llave, e ir en cámara lenta hasta mi hermana que sueña con huir de la casa, despertarla la pobre y cargar el colchón, para por fin correr al baño y encerrarme irremediablemente solitario, a jugarme la vida con

IV
Los funerales del insecto

Hace un rato, solo, he visto
a un insecto agonizar.
Y he pensado:
no hay remedio,
nadie va a su funeral.

El insecto agonizaba.
Yo empezaba a canturrear
la canción más solitaria
que haya escrito sin llorar,
pues me puse a comparar:

¿Qué hará la tierra con los huesos
del que muere sin regreso,
en virtud de su ambición?
Sus funerales sin amigos,
sus adioses sin testigos,
sus domingos sin amor
serán como el del insecto aquel,
muriendo solo, sin después.
Morir así es no vivir,
morir así es desaparecer.

La pobre gente que dispone
de la vida por oscuros corredores
¿qué se hará?
Y los que venden la palabra,
los que ríen, los que no hablan,
¿quiénes los despedirán?
Serán como el  insecto aquel,
muriendo solo, sin después.
Morir así es no vivir.
Morir así es desaparecer
...totalmente.


Silvio Rodríguez Domínguez, 
mayo de 1998.

martes, 3 de enero de 2012

Marcha Triunfal del Ejército Rebelde


                 Por Jesús Orta Ruiz, "El Indio Naborí"
                 (Un poema escrito entre el 1 y 8 de enero de1959)

        ¡Primero de Enero!
Luminosamente surge la mañana.
¡Las sombras se han ido! Fulgura el lucero
de la redimida bandera cubana.

El aire se llena de alegres clamores.
Se cruzan las almas, saludos y besos,
y en todas las tumbas de nobles caídos
revientan las flores y cantan los huesos.

Pasa un jubiloso ciclón de banderas
y de brazaletes de azabache y grana.
Mueve el entusiasmo balcones y aceras,
grita desde el marco de cada ventana.

A la luz del día se abren las prisiones
y se abren los brazos; se abre la alegría
como rosa roja en los corazones
de madres enfermas de melancolía.

Jóvenes barbudos, rebeldes diamantes
con trajes de olivo bajan de las lomas,
y por su dulzura los héroes triunfantes
parecen armadas y bravas palomas.

Vienen vencedores del hambre, la bala y el frío
por el ojo alerta del campesinado
y el amparo abierto de cada bohío.
Vienen con un triunfo de fusil y arado.
Vienen con sonrisa de hermano y amigo.
Vienen con fragancia de vida rural.
Vienen con las armas que al ciego enemigo
quitó el ideal.

Vienen con el ansia del pueblo encendido.
Vienen con el aire y el amanecer
y, sencillamente, como el que ha cumplido
un simple deber.

No importa el insecto, no importa la espina,
la sed consolada con parra del monte,
el viento, la lluvia, la mano asesina
siempre amenazando en el horizonte.

¡Sólo importa Cuba! Sólo importa el sueño
de cambiar la suerte.
¡Oh, nuevo soldado que no arruga el ceño
ni viene asombrado de tutear la muerte!
Los niños lo miran pasar aguerrido
y piensan, crecidos por la admiración,
que ven a un Rey Mago rejuvenecido,
y con cinco días de anticipación.

Pasa fulgurante Camilo Cienfuegos.
alumbran su rostro cien fuegos de gloria.
Pasan capitanes, curtidos labriegos
que vienen de arar en la Historia.

Pasan las Marianas, sin otras coronas
que sus sacrificios: cubanas marciales,
gardenias que un día se hicieron leonas
al beso de doña Mariana Grajales.

Con los invasores, pasa el Che Guevara,
alma de los Andes que trepó el Turquino,
San Martín quemante sobre Santa Clara,
Maceo del Plata, Gómez argentino. 

Ya entre los mambises del bravío Oriente,
sobre un mar de pueblo, resplandece un astro:
ya vemos…ya vemos la cálida frente,
el brazo pujante, la dulce sonrisa de Castro.

Lo siguen radiantes Almeida y Raúl,
y aplauden el paso del Héroe ciudades quemadas,
ciudades heridas, que ya están curadas,
y tienen un cielo sereno y azul.

¡Fidel, fidelísimo retoño martiano,
asombro de América, titán de la hazaña,
que desde las cumbres quemó las espinas del llano,
y ahora riega orquídeas, flores de montaña!

Y esto que las hieles se volvieran miel,
se llama…
                  ¡Fidel!
Y esto que la ortiga se hiciera clavel,
se llama…
                  ¡Fidel!
Y esto que mi Patria no sea un sombrío cuartel,
se llama…
                  ¡Fidel!
Y esto que la bestia fuera derrotada por el bien del hombre,
y esto, esto que la sombra se volviera luz,
esto tiene un nombre, sólo tiene un nombre…
                 ¡Fidel Castro Ruz